¿Tu casa te carga o te recarga? La mayoría ni lo sabe.

Hay gente que entra a su casa y lo primero que hace es suspirar.
Pero no de alivio. Y no debería ser así.

Tu casa puede ser dos cosas:
Un santuario… o un segundo castigo después del tráfico.
No hay término medio.

¿Y sabes qué es lo peor?

Que muchos viven en espacios que los agotan… y ni siquiera se dan cuenta.
Se acostumbran. Como quien se acostumbra a un zapato que aprieta.
Pero ahí siguen. Tragando incomodidad.
Y llamándolo “hogar”.

Las señales de que tu casa te roba la energía:

  1. Ruido visual por todos lados.
    Montones de cosas que no usas, que no te gustan, que no te representan.
    Y cada objeto te lanza un mensajito silencioso de “limpia esto”, “dóname”, “¿por qué me compraste?”.

  2. Ambientes con olor a tarea pendiente.
    Sillas con ropa, estantes llenos, esquinas que gritan “ordename”.
    No vives, sobrevives.

  3. Luz artificial a lo cárcel soviética.
    Luces blancas, frías, que hacen que hasta la pizza se vea triste.
    Ni te relajas ni cenas a gusto.

  4. Muebles que no invitan.
    ¿Te sientas o te castigas?
    Hay sofás que son más una amenaza que un descanso.

¿Y cómo se ve una casa que te recarga?

  • No tiene que ser de revista. Tiene que tener tu alma.

  • Hay espacio para respirar, para moverse, para no tropezar con el pasado.

  • Se huele a calma, se siente a “estoy en casa”, y eso no se compra, se construye.

  • Tiene rincones que invitan. Una butaca junto a la ventana. Una lámpara cálida. Una mesa sin facturas.

 

¿Cómo pasar de casa-cárcel a casa-refugio?

  1. Empieza por quitar.
    Sí, quitar. No comprar.
    Deshazte de lo que no suma. Ni lo pienses mucho.
    Si lo miras y no sonríes, fuera.

  2. Crea una zona sagrada.
    Un rincón para ti. Solo para ti.
    No para que lo usen todos, no para dejar cosas. Para que tú respires ahí.

  3. La luz no es un lujo, es una necesidad.
    Una lámpara cálida puede cambiar cómo te sientes más que una terapia de 90 euros.

  4. Rodea tu vista de cosas que te recuerden quién eres.
    Fotos, libros, una planta, un dibujo de tu hijo, o ese objeto raro que te encontraste en un mercadillo y te hace reír.

La conclusión

Si tu casa no te recarga, estás en un entorno que te drena sin que te des cuenta.

Y mira, bastante tiene uno ya con el jefe, el tráfico, la inflación y el algoritmo de Instagram…
Como para que encima llegar a casa sea otra batalla.

Hazlo diferente.
Haz que tu casa trabaje para ti.
Que sea el lugar donde te lames las heridas y no donde te las haces.

No es estética.
Es salud mental.
Es energía.
Es vida.

 

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1 comentario

Jacqueline

Jacqueline

El artículo me parece genial porque es provocativo … con el tiempo, los años, los recuerdos, la acumulación de objetos heteróclitos de los que no queremos deshacernos porque nos provocan recuerdos … toda la acumulación va juntando polvo, y un lastre que sno nos favorece pues, sin darnos cuenta nos va ahogando, no nos deja respirar bien y nos provoca incomodidades porque no podemos movernos libremente …la felicidad de estar en casa va siendo invadida por la desidia …
Es tiempo de decir BASTA!!!

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